**The translation is at the end of the article**
¿Se imaginan ustedes como ordenadamente más de 350 especialistas de todas las ramas de la industria vitivinícola conviven por tres días en un gran salón catando vinos? Sommeliers, importadores, enólogos, distribuidores, educadores, agrónomos, comunicadores, periodistas y consumidores del vino. Todos ellos catadores profesionales y amantes del vino que llegan de 50 países hablando un solo idioma, ¡el de la uva!
Cada año, compiten entre 7 mil y 8 mil muestras de vinos blancos y tintos que se califican en las mesas de estos especialistas. Todo acontece tan sincronizado y organizado que parece muy fácil, pero, detrás de este evento hay un gran equipo de trabajo que lo ha planeado con más de un año de anticipación.
Les hablo de las pocas competiciones donde sus dueños son una familia. Un concurso que fue creado en 1994 en Bruges, Bélgica por Louis Havaux: Le Concours Mondial de Bruxelles que año a año recorre grandes ciudades del mundo, desde Beijing, China hasta México.
¡Y en este 2024 festeja su edición número 31 en Guanajuato, México y eso es para celebrar en grande, mis señores del vino!
Me da tanto gusto que el concurso se lleve a cabo en Norteamérica, justamente en México y que el mundo lo considere entre las grandes regiones vinícolas como California, el Estado de Washington o British Columbia en Canadá. Ya que aparte de promocionar la viticultura de la región le suman al concurso la futura expansión en América, ¡felicidades a la región por este gran esfuerzo!
Creo positivamente que CMB vendrá a los grandes para analizar vinos de los países productores de nuestro continente, puesto que aquí, en el CMB los vinos del mundo son evaluados estrictamente con profesionalismo y con la experiencia de los grandes paladares del mundo.
¡Las medallas del CMB aportan visibilidad, prestigio y son admiradas en todo el mundo!
Pero hay algo más que debo decirles, cada año es un gran desafío de aprender de los paladares en la mesa de jueces.
Las culturas, su entusiasmo por haber sido elegidos para participar, sus experiencias dentro de la industria y cuando cada mañana se presentan en la mesa es toda una emoción. ¡Su trayectoria, sus conocimientos y experiencias personales que traen de su país de origen es electrizante!
La cata es sagrada, nadie puede hablar durante que los jueces examinan un vino. Sin embargo, al final de cada cata, los vinos se discuten con objetividad y a fondo, todos a la vez, con ritmo y paciencia, ya que pueden ser hasta 75 productos en un día.
La evaluación puede ser agradablemente compleja cuando en una mesa se sientan un búlgaro, una finlandesa, un español, un italiano y un portugués, de verdad, ¡es enriquecedora!
El intercambio entre los jueces de una mesa es un trabajo de mucha responsabilidad para el presidente de la comisión, que, en este caso, es quien entrega y cierra la evaluación. Siempre con la convicción de que no se debe “alterar” ninguna calificación.
La importancia de la parte técnica va acompañada del aprendizaje, ese que buscamos en cada uno de nosotros para tener una mejor percepción del vino, sentir la acidez, el alcohol, los taninos, el balance, el retrogusto y tanto más que, seguro ya saben: ¡el placer del vino!
Son días de catar uvas y vinos de lugares lejanos como el Líbano, Moldavia o Rumanía. Son tres días intensos, aprendiendo de cada uno de nosotros y de descubrir nuestra capacidad para otorgar una medalla, ya sea la de plata, la de oro o la ¡gran medalla de oro!
Pero al tercer día, cuando vamos tomando confianza, ¡ups!, se terminó y tenemos que volver a casa. Sí, se va tan rápido, pero no todo está perdido porque nos queda la amistad, la fraternidad, la nostalgia y el orgullo de haber aprendido de cada uno de los jueces y, así, año tras año.
Las casi 70 mesas de cata nos retiramos amando lo que hacemos. Lo que nos llevamos al partir es la honestidad de nuestro paladar, el gusto de haber premiado fielmente a vinos de regiones remotas. Los jueces de diferentes partes del mundo nos despedimos hablando el mismo lenguaje, el lenguaje del vino ¡ese que no tiene fronteras ni idiomas!
¡Le Concours Mondial de Bruxelles est the United Nations of Wine y ahí estaremos together, toujours et forever mis amigos!
¡Grazie a Dio qué el vino existe!
– Charlie Arturaola, conocido como el hombre del vino radica en la costa de Normandía en Francia. Este soldado del vino está actualmente trabajando en dos guiones: uno para un nuevo tv show y otro para el tercer y último capítulo de la serie “Entre latitudes 42 norte y sur y el Atlántico”, ya que Charlie también es actor del vino en la televisión y el cine.
Como empresario, Charlie posee su “Petit Wine Club de Paris”, que este mes ofrecerá vinos de Ningxia y Shandong. Además, de organizar una mega cata de vinos italianos para celebrar la semana de la “Cucina italiana, Journey in Italy” que se llevará a cabo este año en Nueva York.
“To wine tasting we go!
Can you imagine how neatly over 350 specialists from all branches of the wine industry coexist for three days in a large hall tasting wines? Sommeliers, importers, winemakers, distributors, educators, agronomists, communicators, journalists, and wine consumers. All of them are professional tasters and wine lovers who come from 50 countries, speaking only one language, the language of grapes!
Every year, between 7,000 and 8,000 samples of white and red wines compete and are evaluated at the tables of these specialists. Everything happens so synchronized and organized that it seems very easy, but behind this event, there is a great team that has planned it more than a year in advance.
I’m talking about one of the few competitions where its owners are a family. A contest that was created in 1994 in Bruges, Belgium, by Louis Havaux: The Concours Mondial de Bruxelles, which year after year travels to major cities around the world, from Beijing, China, to Mexico.
And in this 2024, it celebrates its 31st edition in Guanajuato, Mexico, and that’s a big celebration for us, wine enthusiasts!
I am delighted that the competition is taking place in North America, precisely in Mexico, and that the world considers it among the great wine regions like California, the State of Washington, or British Columbia in Canada. Besides promoting the viticulture of the region, they add to the competition the future expansion in America. Congratulations to the region for this great effort!
I firmly believe that the CMB will come to the forefront to analyze wines from the producing countries of our continent because here, at the CMB, the wines of the world are evaluated strictly with professionalism and the experience of the great palates of the world.
The medals of the CMB bring visibility, prestige, and are admired worldwide!
But there’s something else I must tell you: every year is a great challenge to learn from the palates at the judges’ table. The cultures, their enthusiasm for being chosen to participate, their experiences within the industry, and when each morning they present themselves at the table, it’s quite an excitement. Their trajectory, their knowledge, and personal experiences they bring from their home country are electrifying!
The tasting is sacred; no one can speak while the judges examine a wine. However, at the end of each tasting, the wines are discussed objectively and thoroughly, all at once, with rhythm and patience, as there can be up to 75 products in a day.
The evaluation can be pleasantly complex when a Bulgarian, a Finn, a Spaniard, an Italian, and a Portuguese sit at a table; it’s truly enriching! The exchange between the judges at a table is a job of great responsibility for the president of the commission, who, in this case, is the one who delivers and closes the evaluation. Always with the conviction that no qualification should be “altered.”
The importance of the technical part is accompanied by learning, the one we seek in each of us to have a better perception of wine, to feel the acidity, the alcohol, the tannins, the balance, the aftertaste, and so much more, surely you already know: the pleasure of wine!
These are days of tasting grapes and wines from distant places like Lebanon, Moldova, or Romania. They are three intense days, learning from each other and discovering our ability to award a medal, be it silver, gold, or the great gold medal!
But by the third day, when we are gaining confidence, oops, it’s over, and we have to go back home. Yes, it goes by so quickly, but not all is lost because we have friendship, fraternity, nostalgia, and the pride of having learned from each of the judges, and so, year after year.
The nearly 70 tasting tables leave loving what we do. What we take when leaving is the honesty of our palate, the pleasure of having faithfully awarded wines from remote regions. Judges from different parts of the world bid farewell speaking the same language, the language of wine, one that has no borders or languages!
The Concours Mondial de Bruxelles is the United Nations of Wine, and there we will be together, always and forever, my friends!
Thank God that wine exists!
– Charlie Arturaola, known as the wine man, resides on the coast of Normandy in France. This wine soldier is currently working on two scripts: one for a new TV show and another for the third and final chapter of the series “Between latitudes 42 north and south and the Atlantic,” as Charlie is also a wine actor on television and in film. As an entrepreneur, Charlie owns his “Petit Wine Club de Paris,” which this month will offer wines from Ningxia and Shandong. In addition, he is organizing a mega tasting of Italian wines to celebrate the week of “Cucina italiana, Journey in Italy” to be held this year in New York. -“